4 ene 2009

Disappearance Diary (Shisso nikki) de Hideo Azuma

Shisso nikki (Disappearance Dairy)
Hideo Azuma
Fanfare / Ponent mon
2005 (2008 edición en inglés)



El género de los cómics autobiográficos está lleno de manierismos casi tan recalcitrantes como una fan enamorada esperando a que los Menudo salgan a saludarlas. Aunque en muchos casos parte de la culpa la tiene la falta de talento individual, el ejercicio mismo de narrar lo vivido tiende peligrosamente a contaminarse de la tendencia natural a adulterar los recuerdos. Harvey Pekar logró solucionar este problema haciéndolo explícito en sus narraciones, sin embargo, ya en este punto, reflexionar en voz alta sobre cómo narrar es un lugar tan común como burlarse de La abeja Maya. Por eso la aparición de una mirada introspectiva tan particular como la que hace Hideo Azuma en Shisso nikki (traducido en España como Diario de una desaparición) ha recibido un muy merecido interés. A diferencia de Sophie Crumb o algún chocoloquillo por el estilo, Azuma opta por narrar tres episodios de su vida, que en la realidad debieron ser dramáticos, con un tono humorístico y desafectado. En vez de componer una diatriba lacrimosa sobre los extremos a los que lo llevó el miedo al fracaso y el abuso del alcohol, este diario de su vida en la calle y en una clínica de rehabilitación es una seguidilla de narraciones cortas que pretenden hacer reír o por lo menos evadir la realidad con humor. Esta distancia humorística que raya en el cinismo hace de Shisso nikki un libro inesperado, lleno de cabos sueltos y emociones sin resolver. En otras palabras, una lectura realmente interesante.

Shisso nikki está dividio en tres partes. En las dos primeras, Azuma hace un recuento de sus dos "desapariciones" en las que dejó todo botado para vivir como un indigente. Al principio le presta especial atención a los aspectos más prosáicos de la vida en la calle. Se hace un registro detallado de la búsqueda de alimento y colillas de cigarrillos. El atractivo principal de la primera parte es la curiosidad de saber qué hay para comer y beber en la calle, cómo sobrevivir. De igual manera, en la historia de la segunda desaparición, Azuma termina trabajando en una compañía de gas y la narración se centra en los detalles de la instalación del servicio de gas domiciliario. Entre los detalles prosáicos, el autor logra evadir (llenar de preguntas) el dolor, las enfermedades y el desgaste emocional tanto de él como de su familia.

Finalmente, la tercera parte recoge los momentos claves de la carrera del autor y la forma como estos estuvieron amarrados al consumo de alcohol hasta terminar en una clínica de rehabilitación. De alguna manera, la última parte explica la raíz de los problemas que llevan a Azuma a dejarlo todo. Su descripción de su vida diaria como creador de cómics es una de las páginas más elocuentes que se han dibujado sobre las pesadillas del trabajo creativo para medios masivos. La presión del tiempo, los editores abusivos y un medio que en términos generales se podría caracterizar como canibal son elementos que solo parecen empeorar a medida que avanza.

Las impresiones de Azumi en este fragmento me recordaron los abusos que describé Jerry Robinson cuando habla sobre las primeras décadas de DC Comics, especialmente del caso de Bill Finger. Me imagino que en todas las profesiones hay temas de autoestima rondando los escritorios pero la personalidad de los comiqueros parece ser especialmente sensible a un medio (en términos muy generales claro) que por décadas ha ignorado el valor del talento detrás de los productos. Si bien esto también pasa en medios más pequeños,en Japon parece que a los comiqueros les alcanza la plata para volverse alcohólicos (En el caso de Colombia, los dipsómanos tienen que diversificar el oficio para poderse pagar las adicciones).

El elemento más interesante de todo el libro es la forma como Azuma incluye a los demás, tanto a sus seres queridos como a sus "nuevas amistades". Esto es algo que me llama mucho la atención porque es un proceso de negociación vital para la producción es este tipo de cómics. Cuando empiezan a aparecer personajes nuevos en la historia, es decir, apartir del momento en que Azuma empieza a trabajar con la compañía de gas, el narrador no duda en recordarnos que el nombre que usa no es el verdadero. Este es una especie de recordatorio de que por buenos lectores que seamos, no estuvimos allí, de que la distancia del texto no solo es inevitable sino que es el único espacio en el que de puede producir esta comunicación. Creo que el único punto débil de la novela gráfica es la inconsistencia que hay entre las personas comunes y corrientes (por lo general hombres) y las chicas bonitas. Durante todo el libro, Azuma ha mantenido un tono gráfico constante que de pronto se interrumpe para dejar pasar a unas bellas damitas de los más mangas que no tiene mucho sentido. Me imagino que los manierismos propios del manga industrial también dejan sus fuertes rezagos y un artista tan comercial como Azuma no se puede dar el lujo de desaprender mucho.

En el caso de sus seres queridos, Azuma deja de lado por completo a su mujer y su familia. Ella tiene apariciones tangenciales y ni siquiera nombra a sus hijos. De hecho, hay un detalle de la edición que paga la experiencia. Hay una entrevista al autor que está escondida debajo de las solapas del libro. Este detalle es casi un materialización de la verdadera naturaleza del texto. Aunque el autor confiesa un momento privado de su vida no todas sus emociones y dificultades están a la vista de todos. Como en los mejores libros, el lector tiene que buscar algo más allá. En este caso, más allá de las anécdotas y del aparente cinismo.

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